El informe “Economías sumergidas”, publicado recientemente por McAfee, revela que el objetivo de la ciberdelincuencia ha cambiado: si bien anteriormente se centraba en el robo de información personal, como números de tarjetas de crédito, ahora se centra en el capital intelectual de la empresa. 

 

Esta sustracción de datos supone “la muerte lenta y dolorosa” de la corporación”, ya que el valor de una compañía está materializado en su propiedad intelectual (información confidencial, resultados de investigaciones, etc.), y los ciberdelincuentes pueden generar más beneficios con la venta de la misma a competidores y gobiernos extranjeros.

 

Es también preocupante que una de cada siete corporaciones eviten informar, tanto a agencias gubernamentales como a accionistas, de estas fugas o pérdidas de datos, y que sólo un 25% de las empresas realice un examen a posteriori de la fuga. 

 

No obstante, casi el 50% de de las compañías prevé que su inversión en seguridad aumentará, y sólo un 5% se plantea una reducción en este sentido. No es de extrañar, ya que el coste medio de estas fugas informativas es de 1,2 millones de dólares.