Los Expertos Opinan: Europa y la seguridad del ciberespacio: lento, adagio casi estático - Gianluca D"Antonio

Publicado el 01-07-2013      Notícia sobre: Artículos
Gianluca D'Antonio
Presidente de ISMS Forum Spain

La ciberseguridad ha entrado de lleno en el debate político y social de nuestra vida cotidiana.

No ha sido de forma repentina, ni imprevisible. Las señales de que algo estaba cambiando en la forma de considerar las nuevas tecnologías y su peso en las relaciones sociales, económicas y políticas han sido cada vez más manifiestas.

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Quizá el punto de inflexión de este gradual cambio fue la denominada Primavera Árabe, a finales de 2010 con las revueltas tunecinas y posteriormente las egipcias. Las redes sociales, la conectividad y más en general, los nuevos canales de comunicación e información, se revelaron un potente y determinante factor en la capacidad de organización de los grupos sociales involucrados en la contienda.No es de extrañar que Turquía haya anunciado la próxima creación de una agencia de ciberseguridad pocas semanas después del comienzo de las manifestaciones de protesta. El control del ciberespacio se está convirtiendo en un factor crítico para asegurar, entre otras cosas, la estabilidad del clima social de un país.

En esta carrera por el control de las nuevas tecnologías y del ciberespacio que de ellas depende, hay países que han sido más previsores de otros. Es el caso de la antigua Unión Soviética, que ha desarrollado sus propias redes sociales como Vkontarte, odnoklassniki, etc. Otro ejemplo de un país que ha optado para mantener el control de las redes sociales desde el principio e invertir en el desarrollo de sus propios medios de comunicación es sin duda China. Renren, Kaixin001, Qzone o 51.com, son solo algunas de las muchas redes sociales que ocupan el ciberespacio del gigante asiático.

Las redes sociales como Facebook, LinkedIn oTwitter, por citar algunos de los players más relevantes, no solo constituyen herramientas de análisis de mercado y canales de ventas. Ellas mismas, por sus dimensiones y por sus capacidades de inversión, son el más grande laboratorio de investigación y desarrollo sobre big data que existe en la Tierra.

Estas empresas se nutren de un complejo tejido empresarial de servicios profesionales avanzados, dedicados al desarrollo de algoritmos y técnicas de análisis para explotarexabytes de datos pertenecientes a los millones de usuarios que utilizan sus redes.

En este escenario que podríamos definir por analogía como de carrera armamentista del ciberespacio, Europa, hasta ahora, ha brillado por su ausencia o cuanto menos por su dependencia casi total de tecnología Made Outside of Europe.

Esta falta de visión se está viendo reflejada en la falta de medios y capacidades, y puede poner en riesgo la seguridad del Viejo Continente, y por el momento está sin lugar a duda poniendo en riesgo su competitividad económica en todos los negocios relacionados con las nuevas tecnologías, sea de defensa o de ámbito civil.

Por su parte, la estrategia europea de ciberseguridad, se parece más a un ejercicio de voluntarismo cibernético, que a un plan de acción para la puesta en marcha de políticas dirigidas a desarrollar las capacidades y el marco de gobierno necesario para asegurar a los ciudadanos europeos  un ciberespacio abierto, protegido y seguro.

Difícilmente el Viejo Continente podrá, tal como enuncia el plan europeo de ciberseguridad,  “desarrollar los recursos industriales y tecnológicos necesarios en materia de ciberseguridad” sin una apuesta clara y convencida de todas las instancias de gobierno por la implementación de estructuras y prácticas comunes de ciberseguridad y defensa. En estos días hemos podido constatar cómo las garantías impulsadas por el marco regulador europeo de privacidad son vanas pretensiones más que derechos reales. Y es que los derechos reales, en el ciberespacio solo se pueden asegurar controlando los proveedores de servicios y por ende los medios que estos utilizan.

Seguir infravalorando la importancia de una cierta autonomía en el desarrollo de capacidades de investigación y desarrollo e innovación en el sector de la ciberseguridad, es un lujo que la Unión Europea no puede permitirse sin hipotecar su futuro como sociedad autónoma e independiente. 

 

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